martes, 23 de junio de 2009

Una película: A pleno sol (René Clément, 1960)


Hacer una película sobre un asesino perturbado en la que éste sea el protagonista y no se ofrezca ninguna explicación psicológica, redentora y facilona de por qué el personaje hace lo que hace es una proeza que hoy día muy pocos cineastas se atreverían a intentar, pero en 1960 aún era posible hacer esa película y además convertirla en un éxito de público (me atrevo a decir que menos tonto y adocenado que la audiencia actual), aunque también habría que decir que buena parte de ese éxito se debió probablemente a la presencia del guaperas de moda en la época, Alain Delon.


El otro día haciendo zapping me topé con esta adaptación cinematográfica de la novela de Patricia Highsmith The talented Mr. Ripley. Bien por la recuperación de la buena costumbre de emitir películas de 1999 para atrás, que se había perdido casi por completo en los cinco canales tradicionales de televisión.


Clément presenta a Tom Ripley como un asesino frío y distante, sin ofrecer una explicación clara de su motivación psicológica. No se sabe qué pesa más en él, si la ambición material o el deseo de ser otra persona. La fría determinación de Ripley (interpretación inolvidable de Alain Delon) contrasta con la ambigüedad de un personaje misterioso, misterio derivado de una soledad y un hermetismo implacables. La magnífica fotografía de Henri Decaë refleja en forma y contenido el aislamiento patológico del personaje. Las peripecias de Ripley se narran con un ritmo lento y firme sin que se intente implicar al espectador emocionalmente a través de la música o el uso de la cámara. Tom es moralmente deplorable pero no podemos evitar simpatizar con él en sus intentos de evitar ser descubierto por la policía. Él espectador es zarandeado sin piedad entre la ansiedad por su seguridad y la de sus víctimas potenciales. La película no cae en la toma de una postura moral sobre sus personajes (el de Ripley no es el único comportamiento reprobable). Es más, esta es una película que parece hecha para invitar al público a que, durante dos horas, dé rienda a sus instintos más oscuros y se atreva a identificarse con alguien que no duda ni un momento en hacer lo necesario para conseguir lo que se ha propuesto, lo cual es una aproximación más honesta a la naturaleza del espíritu humano que la mayoría de las que ofrece el cine negro.

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